Descripción

Submitted by admin on Sat, 2006-06-17 20:09.

Somos un colectivo de siete adult@s y dos niñas, vivimos desde hace un año en una granja de la meseta de Millevaches (Limousin, centro-oeste de Francia). Algun@s de nosotr@s crecimos en la ciudad otr@s, en el campo.

Los bosques que cubren los cerros a nuestro alrededor, albergaron a uno de los primeros focos de la Resistencia durante la segunda guerra mundial. El maestro de una aldea cercana rechazó ser movilizado a la guerra con Argelia. En otro pueblo por este rumbo, « Maldita sea la guerra », fue lo que decidieron escribir en el monumento a los muertos. Entonces se dice que aquí, la gente no se deja. Desde hace treinta años, los neo-rurales se establecen en estas tierras y experimentan practicas de autonomización : cooperativas de compras, circuitos cortos, auto-construcción, medios alternativos, agricultura bio-dinámica, aserradero cooperativo, trueques de toda clase... Bueno, un conjunto de prácticas y un espí­ritu que han facilitado nuestra instalación y nos interesan por su dimensión polí­tica, es decir la visión del mundo que implican, aunque ésta no sea siempre formulada.

De ella sacamos, al mismo tiempo que la alimentamos, elementos que dan mas fuerza a nuestro camino colectivo: un proceso de autonomización hacia el sistema capitalista y el estado. Por muchas razones, el campo es un lugar propicio para ello : por eso aquí llegamos o aquí nos hemos quedado. Mas allá de la autoproducción alimenticia (hoy la granja alberga siete cabras, cuatro colmenas, gallinas y conejos; una gran huerta y un horno para pan) se trata, también, de organizarse a una escala más grande para todo lo que es más difícil o menos interesante de producir en tu casa, como la ropa, los transportes o los libros...

Aunque sea necesaria, esta búsqueda de autonomí­a material no es para nosotros un fin en sí­. En medidas distintas, según las personas del colectivo, el objetivo es el de destruir el sistema capitalista, de construir una vida (relaciones sociales, relación con la naturaleza, vivienda, etcétera) más libre posible de las presiones que imponen la integración al sistema económico capitalista y la conformidad con los reglamentos del estado, de crear condiciones favorables a la liberación de los razonamientos, de los comportamientos incorporados por años de educación y, de transformarse a sí­ mismo y en su relación con los demás.

Hemos construido nuestra organización interna a manera de limitar la especialización de las personas y a favorecer la transmisión de las competencias y de los saberes. Así­ es como las tareas de la vida cotidiana (ordeñar las cabras, hacer las cuentas, lavar los trastes, hacer el yogur y el pan...) giran entre los miembros del colectivo. Las decisiones son tomadas de manera colectiva durante juntas semanales.

Nuestra instalación en el campo no solo tiene motivos polí­ticos. Tiene, también, como base un !ya basta! de la ciudad: la agresión fí­sica por las contaminaciones y la falta de espacio, entre otros. A algunos aquí­ les gusta recordar que el concreto es un aislante; les corta aquellas fuentes que son medios de su subsistencia (energí­a). Añaden que la ciudad no es propicia para la vida, nuestro campo es también un lugar en donde hay espacio para hacer y una tradición de ayuda mutua para hacer todaví­a mejor. La manera que escogimos para vivir en él permite, a aquell@s que lo quieren, encontrar un ritmo y sentir enteramente el crecimiento de la primavera y la pausa anunciada por la llegada del invierno.

Así­ dicho, nos quedan bastantes preguntas. Entre otras: ¿ Qué articulaciones hay entre individuos / parejas / colectivos ? ¿ Qué lugar y que educación hay para l@s niñ@s ? ¿ Cómo conseguir la cantidad mínima necesaria de dinero con la mínima cantidad de constreñimientos impuestos por el exterior ? ¿ Qué equilibrio existe entre nuestras voluntades para evitar la especialización de las personas por un lado y, por otro, de asegurar la calidad y la continuidad de lo que hacemos ?